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das Mystische 2.1

LA CONFERENCIA

LA CONFERENCIA

-Marco, ¿puedes acercarme la aguja?

-¿Una aguja nueva, descerebrado?

-Sí, una aguja nueva. La última que utilicé ya está oxidada.

En el fondo, algo se mueve: un insecto amarillo en una telaraña virtual, una interferencia caótica en el centro de la pantalla. La soledad compartida –capitani coraggiosi- invita sin duda al movimiento. El asesino –dicen- siempre está solo. Aunque inicie la conversación y rompa con ello el silencio; aunque construya, con el enjambre de sus palabras, la tabla de salvación donde conviven miles de sonidos intrascendentes.

Milán, 30 de junio de 2056. Un sabio y un asesino, intercambiables, compartiendo ambición y despacho. Conferencia: "Epistemología de la Metodología Estructural: Historia de Vida e Historia". Departamento de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras. Mañana mismo. Bajo su brazo derecho, una mesa de trabajo despejada, limpia como una virgen. A la izquierda, una aguja resplandeciente: una máquina de eliminar las dudas y asegurar el triunfo. No hace falta mucho para hacerse a la idea. Lo más original es también un libro o una estantería vacía. Todo se reduce a una ecuación de sombras. Un estafador colgado y un drogadicto. Cuatro litros de aliento sónico. Plumas para los reflejos y química en extracto para viajes cortos.

-Cuando me invitaron no sabían muy bien qué estaban convocando. No sé por qué acepté esta conferencia. Me gano la vida como puedo, pero esto excede mis conocimientos.

-Para eso tienes la máquina, idiota, es muy sencillo. La información líquida. Las antiguas autopistas de la información en apenas unas gotas: una aguja, y te mueres de gusto. Toda la Enciclopedia Británica en apenas unos segundos. Que uno no sabe nada de epistemología o de jerga posmoderna… ¡Otra aguja y solucionado! Maravilla de cables de colores. Maravilla de mercado negro y nuevas tecnologías. Una pantalla, una jeringuilla conectada al Uno primordial, al universo mágico, y el viaje está garantizado. Borges hubiera disfrutado como un niño. Información y transacción, a fin de cuentas. Y ¿cuánto dices que te pagarán por esto?

Milán, 30 de junio de 2056: la Madonnina aún observa. La plaza del Duomo es una alfombra de palomas calcinadas. Università degli Studi di Milano, Piazza dell’Ateneo Nuovo: un dibujo de Andrea Pazienza y una pintada en latín sobre un muro de cemento.

-¿Encuentras la vena? No escatimes, Antonio, no escatimes. Aún te quedan unas gotas, los dejarás a todos boquiabiertos. ¿Cuánto dices que te pagarán por esto?

A veces, la vida es tan falsa como un mal sueño. Los principales tejidos están dominados por una voluntad embriagadora. La degradación, en sí misma, ya no es una injusticia; forma parte regeneradora del medio ambiente. Hace muchos años que el saber pasó de poder a simple carrera de obstáculos. Los últimos serán los primeros, anunciaron los profetas, pero sin especificar jamás a qué precio.

-No sé. No sé por qué acepté esta conferencia.

-No pierdas más el tiempo. Mañana te espera la gloria: podrás abandonar el vertedero, asomarte al mundo. Volar y esas cosas; ya sabes a qué me refiero.

Es preciso asumir el riesgo; la conexión es tan rápida que, a menudo, estallan las prótesis. Pero las estadísticas indican una progresión imparable de los nuevos hábitos. Atrás quedan las quejas de los más pesimistas, de los ludditas y los ignorantes. Recuerdo a un sociólogo francés que avisó, a finales del siglo XX, de la enorme responsabilidad que el hombre acogía en su seno. Un mundo invivible, avisaba; un exceso de información inaprensible. El viejo velo, decía, como instrumento lúdico y comunicativo; pero también un producto peligroso y suicida. He aquí un mundo sin origen ni final, un entorno sin alteridad posible, un extraño y salvaje mundo. ¿Se estaba adelantando a su tiempo? ¿Se estaba refiriendo a esto?

-¡Mira, mira el atardecer, Marco: apenas si distingo el horizonte!

Sí, hay que estar muy loco para no beneficiarse del progreso. El nuevo mapa secreto se despliega en la oscuridad y miente cuando cierra nuestros ojos: a la sabiduría por la sobredosis, dice el crepúsculo. Ésta es la vida del sabio: un diálogo imposible con alguien que mira por encima del hombro y espera a quedarse solo.

La mejor ventana al conocimiento es una ventana abierta, o eso dicen.

Porque el asesino –dicen- siempre está solo.

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